Compartir experiencias luminosas y dar lugar a las palabras y al silencio; al cuerpo -en movimiento y en quietud-; al vínculo cotidiano con la salud; a la inspiración y la creatividad.
Te propongo darnos la oportunidad de generar espacios de reencuentro con la sabiduría de la vida y nuestro Ser de Luz.
De la Luz de mi conciencia a mis acciones cotidianas;
de mis acciones cotidianas a la transformación personal; de mi
transformación personal a la transformación grupal.
Aunque otra persona no lo haga, puedo hacer mi parte y hacerlo bien!!
"Hacerlo bien", es decir, generar acciones desde el corazón con la intención de lograr un bien mayor, para un@mism@ y para todo@s, despertando la belleza intrínseca de cada acción que nace de la bondad, la generosidad, el respeto por la vida y esencialmente, del amor infinito.
Acciones visibles y Acciones invisibles
Lasacciones visiblesson acciones externas, notorias; aquéllas que hacemos "en grande", o las que hacemos con otras personas, en grupo, que se muestran fácilmente y que podemos identificar a primera vista.
Las acciones invisibles ocurren
más allá de la presencia de testigos y -aunque se hacen en silencio- son
poderosas, como la acción continua del agua sobre una piedra. Son las que no divulgamos... las que hacemos en casa, cuando estamos a solas. Son las que se vuelven visibles cuando podemos notar sus consecuencias. Lasacciones invisibles también son las pequeñas acciones internas, las que hacemos hacia adentro, las que transcurren en la mente, con nuestros pensamientos, porque... pensar, también es una acción. Son aquéllas que nos ayudan a sostener nuestra conexión con el mundo interno, con el mundo espiritual, con nuestra luz esencial; son las que pueden darnos la posibilidad de expandir nuestra conciencia y transformarnos en seres plenos. Ellas llegan a mover montañas!!! Las acciones invisibles son así sólo a primera vista... pero son como las semillas, germinan en silencio y aparente inmovilidad, fuera de las miradas curiosas... pero luego, devienen en importantes transformaciones de la realidad personal y más allá también, haciéndose notorias por sus efectos.
Pero si son invisibles... -bueno, a simple vista- ¿cómo las identificamos? Preguntándonos, observándonos en lo cotidiano, hasta en lo que nos parezca más insignificante; por ejemplo, acerca de nuestras actitudes, nuestros diálogos internos, nuestras acciones domésticas... en nuestros vínculos personales, íntimos y silenciosos con nosotr@s mism@s, con otras personas, con la naturaleza, el medio ambiente...
Cada pregunta, cada observación... cada decisión para cambiar alguna actitud, hábito, modo de hablar, léxico de uso habitual... es una pequeña acción que realizada a diario irá haciendo la diferencia!!! Una pequeña acción puede transformarse en el comienzo de una gran inspiración, para nosotr@s mism@s y para otros seres.
Para poder ser inspiradores de otras personas, primero necesitamos ir hacia adentro y encontrar nuestra guía hacia una transformación personal luminosa. Es nuestra responsabilidad cuidarnos para ser -en cada pequeña acción silenciosa, actitud, pensamiento- el fiel reflejo de lo que decimos para otr@s.
Todo
lo que es simple fluye. También es simple un pensamiento que no se ata
a estructuras limitantes y una mirada que se detiene ante lo obvio. La vida en sí misma es simple.
Existen leyes universales e inmutables que nos muestran la simpleza de la existencia: Como es arriba es abajo; todo lo que sube, baja; todo lo que va, regresa, todo lo que se expande se contrae…La
vida fluye en todas sus formas, los ciclos siguen un ritmo organizado y
armonioso. Todo está en movimiento continuo; todo ocurre de cierta
manera y con un sentido esencial. Pero nuestros pensamientos
limitantes, nuestros temores, inseguridades, nuestros apegos,
resistencias y nuestra sordera espiritual desdibujan esa simpleza y la desorganizan.
La manera más simple de aprender es SIENDO; es dejando que el alma se exprese en libertad, de modo que los pensamientos pasen por el corazón y los sentimientos, por la conciencia.
Generalmente
nuestro intelecto se distrae, se olvida de quiénes somos en realidad y
divaga por la superficie de las cosas, confundiendo lo esencial con lo
transitorio.
Poco
a poco, nuestra memoria se debilita y nos olvidamos de nuestra propia
esencia. Distraídos y desconectados, salimos con ansiedad a buscar “el camino”,
cuando en realidad sólo necesitamos abrir nuestro corazón para que ese
recorrido que vinimos a completar, se manifieste claramente ante
nuestros ojos y nuestra conciencia.
Con
mucha facilidad, nos envolvemos en un vértigo de acciones, en un
impulso casi incontrolable e insistente de hacer y hacer cosas
permanentemente y sin parar; sin darnos un minuto para la reflexión, en
el cual la sabiduría de nuestra mirada interna nos muestre por dónde ir
andando la vida.
Es tan común empeñarnos en agradar, ser valorados, reconocidos y necesitados por los demás, que nos alejamos de nuestro “camino con corazón” y
experimentamos el sufrimiento al aferrarnos a lo externo, al hacer
aquello que los otros están esperando que hagamos, en lugar de hacer lo
que nos dice la voz del alma.
Ese
camino que ansiosamente queremos encontrar sólo aparece cuando
aprendemos a escucharnos; a fluir, a soltar lastre; cuando aprendemos a
andar libres de apegos de todo tipo; cuando asumimos una
actitud de entrega y aceptación, cuando logramos tratar a los demás
como queremos ser tratados por ellos y dejamos de preocuparnos por el
pasado y el futuro, percibiendo lo que fue o no fue como una carga y
tomándolo –en cambio- como un puente para acceder a nuestro presente.
Siempre
elegimos la vida que vivimos; nadie elije por nosotros a menos que le
cedamos ese privilegio. Aún lo que acostumbramos a ver como malo, es
bueno; porque lo importante es hacer siempre lo mejor que podamos,
basados en nuestros conocimientos previos y manifestando nuestra
sabiduría en cada movimiento o acción, en cada pausa, en cada palabra y
en cada silencio.
Cuando
nos deshacemos del ego, nadie baila mejor que yo y nadie baila peor que
yo; cada uno lo hace a su manera y al aceptarlo, sentimos fluir la
alegría y el amor en todos los espacios de la vida que elegimos vivir.
La danza es una expresión del alma, tan antigua como nuestra propia existencia. Sólo podemos comprenderla cuando la dejamos pasar por el cuerpo y el corazón, siendo un@ con ella. Danzar en círculo produce magia!!! Y lo maravilloso es que logramos una comunión que trasciende palabras, idiomas e individualidades, comprendiendo que somos parte de un todo mayor, hermanda@s con la gran Familia Humana, más allá del tiempo y del espacio.
Las Danzas Sagradas nacen de la necesidad del ser humano de identificarse con las energías creativas del Universo. De algún modo, se transforman en la posibilidad de vivir y experimentar la energía de la Unidad a través del círculo.
La experiencia del círculo nos permite trascender la fragmentación cuerpo-mente-emociones-espíritu para llegar a la comprensión y percepción de uno mismo como una integridad y de uno mismo vinculado con otros, formando un todo mayor dentro de otro Todo aún mayor –el Universo-.
A través de la danza canalizamos nuestras fuerzas creativas y expresivas, nos comunicamos, reflejamos nuestra identidad individual y, al formar parte de un grupo, nos integramos en
una identidad compartida.
En los años 60, Bernard Wosien –bailarín, coreógrafo, maestro de la danza, arista plástico- tomó la iniciativa de recopilar danzas folklóricas y étnicas de culturas del hemisferio norte y en 1976 –invitado por la Fundación Findhorn de Escocia- presentó allí resultados de su investigación, dando nacimiento a las Danzas Circulares Sagradas.
¿Qué son las danzas circulares?
Son danzas en ronda representativas de múltiples culturas que nos permiten alcanzar una conexión más profunda con lo simbólico, lo esencial y con el espíritu de las culturas que ellas representan. Incluyen danzas tradicionales y coreografías contemporáneas que -en general- procuran respetar las identidades originarias, representativas de las diferentes etnias o grupos culturales.
Se transmiten con la experiencia directa, pues difícilmente se llegan a conocer, comprender e interpretar sólo con la lectura de sus coreografías. Es necesario pasarlas por el cuerpo, por el alma y el corazón. Es imprescindible sentirlas en toda su magnitud, vibrar con las energías que emergen de sus movimientos y melodías y vivenciar la esencia de su propia identidad cultural.
Las Danzas Circulares del Mundo son accesibles a cualquier persona más allá de edad, género y origen cultural, racial y religioso. Se aprenden simplemente danzando y así, se han transmitido de generación en generación.
Las Danzas Circulares facilitan la mirada interna, la presencia en “el aquí y ahora”, favoreciendo “la reorganización de la unidad cuerpo-mente-emociones-espíritu". Permiten desarrollar un protagonismo saludable que implica generar en cada uno actitudes responsables, de cuidado de uno mismo y de los demás, conscientes de ser partes integrantes de un todo mayor.
Las Danzas Circulares del Mundo nos hacen viajar a lo largo de la historia de los pueblos y nos vinculan con sus sellos particulares, con el alma de sus culturas, su colorido, sus múltiples formas de expresar sentimientos y modos de ver la vida. Lo maravilloso de esta experiencia es que logramos una comunión que trasciende las palabras, los idiomas y nos permite reconocernos en los otros y comprender nuestra identidad de humanidad, que nos hermana más allá de las diferencias de cualquier tipo.
Cocinar es un acto de amor!!! Cuando cocinamos nos transformamos en alquimistas de sabores, aromas, colores y formas. En la cocina, inciamos un diálogo silencioso con todos los ingredientes que elegimos usar y si abrimos nuestros canales de percepción, descubriremos que cada uno de ellos nos brinda una dosis de sabiduría para que ella se transforme en componente indispensable de la comida nuestra de cada día.¿Para qué cocinamos?Cocinamos para alimentar el cuerpo; pero cuando cocinamos también se expresa la voz del alma y el espíritu de la vida despliega su presencia en cada ingrediente. Los procesos de alquimia en la cocina son un puente hacia nuestra espiritualidad creativay este acto de transmutación nos conecta con la esencia que impregna todo lo tangible y lo intangible. Así, transformamos la materia (frutas, legumbres, semillas, verduras, cereales...) en energía vital.Experimentemos en la Cocina de la Vida!!!Preparemos el lugar, cuidemos la limpieza y el orden hasta en los detalles más chiquitos. Creemos un ambiente agradable, y, como si no existiera el reloj, vayamos ¡manos a la obra! Nuestra presencia en el aquí y ahora es importante, pues nuestra energía estará allí, en lo que cocinemos. Elijamos los ingredientes uno por uno; iniciemos con ellos un diálogo de viej@s amig@s!!! y lograremos combinarlos adecuadamente para la ocasión. Honremos la vida cuidando nuestra actitud en la cocina; recordemos ser "amor en acción" y recordemos también, que al cocinar somos co-creadores responsables de salud. Por lo tanto ATENCIÓN!!! Abstenerse cuando el enojo o el malhumor dan vueltas adentro nuestro! esto también se transformará en un ingrediente más de la comida que cocinemos, comamos y coman otros invitados.¿Cómo elegimos los ingredientes? ¿Qué tenemos en cuenta en la elección?Colores, Aromas, Sabores, el "Clima" (temperatura, humedad...), el tipo de actividad...Tener en cuenta la presencia de los 5 sabores, los 5 aromas, las 5 energías, la diversidad de colores en armonía, nuestro estado energético y anímico, nuestro entorno climático/geográfico y nuestra actividad del día nos indica un vínculo óptimo entre nuestra comida, nosotros y la vida. ver más : http://www.revistaea.org/
Nuestro cuerpo echa raíces en la tierra y nuestra conciencia nos eleva hacia los mundos sutiles; las experiencias van creando puentes entre la Tierra y el Cielo; entre el caos y el cosmos, en nuestro camino hacia el re-encuentro con nuestro Ser esencial.
La salud es una experiencia personal, una elección de vida, un compromiso que asumimos al nacer,es nuestra responsabilidad.
Es el equilibrio entre todas las energías que nos transitan y nos habitan;que nos vinculan hacia adentro y hacia afuera. La salud también se relaciona con la salud de nuestro planeta; ambas sostienen una sintonía íntima que a veces, nos pasa desapercibida.
En nuestra tradición occidental - esencialmente racionalista- habitualmente consideramos indiscutible todo lo que nos dice el intelecto; nuestra mente siempre quiere tener la razón; es parte de su propia naturaleza.
Vivimos ocupados con lo que ocurre a nuestro alrededor, afuera de nosotros y lo hacemos parte de nuestra propia vida. Nuestro mundo de la acción es el mundo exterior al que permanentemente queremos modificar, sobre todo para que no nos dañe. Creemos que las soluciones llegan siempre desde afuera.
Generalmente desconocemos la importancia de la información intuitiva y generamos archivos enormes de datos científicos que vamos almacenando hasta compulsivamente y sin darnos cuenta que van restringiendo los espacios libres de la mente dificultando el acceso rápido a la información guardada (como ocurre con la memoria llena de una computadora).
La salud es una experiencia personal. Vivirla plena y conscientemente es fundamental; nos ayudará a comprender los procesos de salud-enfermedad, a vivirlos desde sus profundidades y sosteniendo –de la mejor manera posible- el equilibrio de fuerzas entre cuerpo-emociones-pensamientos-espíritu.
Necesitamos ir hacia adentro, observarnos conscientemente despojados de filtros subjetivos y culturales.
Los síntomas aparecen para guiarnos, no para maltratarnos.Tampoco son ogros o pequeños monstruos que pretendan asustarnos. Necesitamos valor para mirarlos de frente y de perfil, del derecho y del revés y girar alrededor de todas sus facetas. Necesitamos asumir una actitud personal, coherente y responsable frente a ellos y estar absolutamente decididos a descubrir la verdad.
Es difícil aceptar aquello que no podemos probar con los cinco sentidos y corroborar a través de la razón; pero tampoco podemos negar lo que es evidente cuando ocurre más allá de la lógica y del pensamiento científico.
Los síntomas no desaparecen sólo con la ayuda externa; tenemos que explorarlos conscientemente, preguntarnos más allá de lo que vemos o sentimos, actuar con decisión y hacernos cargo de ellos. Permanecerán latentes y despertarán nuevamente su agresividad en la primera oportunidad en que estemos “distraídos”.
Cada síntoma nos trae un mensaje especial; aparece para llamar nuestra atención sobre alguna actitud frente a la vida que necesitamos modificar; nos está dando una oportunidad para mejorar y evolucionar; para reconocernos como criaturas llenas de luz.
La salud es como un holograma; su imagen completa aparece al observar cada una de sus partes, que cuando las unimos, nos proporcionan una información más minuciosa y clara de la totalidad; se vuelve más nítida y -como una imagen- alcanza mayor definición.
En un holograma, cada una de las partes contiene la información del todo; en la salud, cada síntoma es una parte del holograma.
La salud es una experiencia dentro de un marco de convivencia con otros seres, parte de un ecosistema, en un planeta llamado Tierra que es a su vez, parte de un todo mayor -nuestro sistema solar- influido por otros universos y por factores naturales, telúricos y cósmicos.
La experiencia física nos permite conmovernos, darnos cuenta que estamos vivos; es personal y a la vez, podemos compartirla con otros seres y aprender juntos.
La experiencia personal de la salud es nuestra escuela de vida y nuestro cuerpo, apenas una parte de la experiencia completa. Para comprender la inmaterialidad de la salud, cuyos patrones están más allá de los ojos, de las formas tangibles, de lo concreto, necesitamos trascender nuestra corporalidad expandiendo la conciencia.
Somos en relación con los demás; existimos en los otros y nos reflejamos en ellos. Nuestras relaciones interpersonales, nuestros vínculos con el medio ambiente terrestre y cósmico, con los elementos de la naturaleza planetaria, los sonidos, los colores, las fragancias, con el mundo de las energías sutiles, los alimentos, la respiración... nos asisten en nuestro aprendizaje de la salud.
Somos esencia, más allá de las formas, los sonidos, los colores y las apariencias. Somos mandalas unidos en la diversidad, transformándonos en una trama multicolor.
¿Qué es un mandala?
Es un círculo simbólico de energía que contiene infinitas formas organizadas radialmente, con el poder de ayudarnos a focalizar la conciencia y conducirnos a la integración y reorganización de nuestras partes dispersas. Representa el Universo como macro y microcosmos.
La vida es energía que se expresa a través de formas, colores, sonidos que son parte de nuestra esencia y de la esencia de todas sus manifestaciones. La constante interacción entre todas sus expresiones sostiene esa unidad invisible y consolidada que es el alma del Universo.
Seamos observadores conscientes de nosotros mismos, de la vida y del universo.
Ser observadores silenciosos es convertirnos en testigos conscientes de la vida misma, tal como transcurre en todos sus aspectos, incluyéndonos a todos como unidad de la diversidad.
Cuando dejamos que nuestros ojos miren plácidamente el horizonte de todas las cosas que nos rodean, nuestra mirada parece alargarse, ver más allá, más profundamente, ver “con ojos nuevos” y llegando a rincones inesperados, descubriendo la vida desde su esencia, a cada paso.
Basta hacer silencio y trascender los ruidos e interferencias para que nuestros oídos sean capaces de escuchar hasta los sonidos mínimos y lejanos y todo nuestro ser -en cuerpo y alma- pueda percibir sutilmente las vibraciones de ultrasonidos e infrasonidos.
Basta abrir nuestra mente y ampliar la percepción para poder captar manifestaciones de la energía con nuestro cuerpo físico, capacidad que nos hermana con otras especies de la naturaleza.
Basta soltar nuestro cuerpo para que, lleno de sonidos, comience a danzar dibujando mandalas con cada giro, con cada flexión, extensión, pausa y movimiento hasta alcanzar una comunicación mágica con la vida, desde nuestra esencia y nuestro corazón, desde nuestra transitoriedad y eternidad.
El mundo de los sentidos y la intuición nos da la posibilidad de llegar hasta donde los pensamientos nos limitan y comunicarnos con lo visible y lo no-visible y trascender las fronteras de la mente, expandiendo la conciencia hasta captar la esencia que las formas, los colores, los sonidos, los aromas del Universo -del macro y micro cosmos- contienen como si fueran cuencos.
Dibujar, pintar, danzar mandalas del alma nos lleva a ese mundo de sensibilidad, de conexión, de trascendencia, de contacto profundo con lo sutil, lo invisible, lo efímero, lo transitorio y también, con la Eternidad.
Un mandala es síntesis, esencia, sintonía, re-encuentro, nacimiento y renacimiento.
Cuando observamos en silencio un mandala, o lo dibujamos, pintamos o danzamos, se inicia un diálogo entre sus elementos y nosotros, una comunicación silenciosa y profunda que nos permite llegar hasta horizontes inexplorados de nuestra conciencia. Nuestro mundo interno partido va recobrando su unidad organizada y nuestra mente se abre a otros niveles de comprensión.
Un mandala con su multiplicidad de formas y colores representa la perfección del cosmos, la totalidad de nuestro ser y trasciende la idea del espacio-tiempo y de cualquier diferencia cultural y personal.
Vincularnos con un mandala es iniciar un viaje hacia el centro de nuestro ser y el centro del universo, poniendo luz en las zonas oscuras de nuestra conciencia para que florezca la sabiduría contenida en nuestra esencia.
Cada mandala es una puerta de entrada hacia nuestro universo interno.
Mandala grupal realizado por niños y adultos durante el Festival de Danzas Circulares, en Villa Giardino, en febrero de este año. Fue una experiencia única y mágica.