Cada mandala tiene su historia y esa historia, es parte de la mía, de mi camino, mis vivencias… mis sentimientos profundos... de esa fuerza misteriosa que me inspira para expresarme a través del dibujo y del color.
Cada vez que la vida toca mi corazón y me conmueve, siento que ella extiende su mano y me brinda una semilla de luz, para que la haga germinar dentro de mí. Entonces, preparo un terreno especial dentro del espacio circular y allí la siembro… Y comienza una danza de formas y colores, de energías y sentimientos, que se escapan por mis dedos hacia el papel, dando vida a un nuevo mandala y de allí, llega hasta tu mundo, cuando te lo encontrás y lo contemplás.
Pero antes que cualquiera de esos mandalas llegue hasta vos, algo ocurre en mi pequeño cosmos que modifica mi fisiología, profundiza mi estado de conciencia, de percepción y me vuelve sensible a las fuerzas creativas.
Mis manos se llenan de energías lineales y coloridas; mis dedos comienzan a moverse incansablemente dentro del silencioso círculo de papel, explorando la geometría sagrada –inspiradora de cada trazo- mientras que un sinfín de sensaciones y emociones me llevan a parir formas arcoíris, pulsando la vida de un nuevo mandala.
Y así, se va gestando cada serie de mandalas, inspirada en aquellas experiencias que han hecho cantar a mi corazón, en algún tramo de mi viaje planetario.
Cada mandala nace después de un proceso -un ritual creativo, expresivo y sensorial- y cuando me quedo en silencio, contemplándolo, escucho su voz en mi corazón, que se vuelve caricia para mi alma e inspiración para mis siguientes pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario